Con la aparición en Sudáfrica de la variante Ómicron del Covid-19, muchos países reaccionaron de forma contundente cerrando vuelos, fronteras e intercambios con el país. Con esta respuesta, me planteaba si con ello no está el mundo castigando a los países que de manera transparente informan de la aparición de variantes o mutaciones. Si cada vez que un país se comporta como debe ser (informando y colaborando con los organismos internacionales de salud) la respuesta que obtiene del resto de países es la de ser castigados con medidas de aislamiento, ¿qué país va a ser el tonto que mantenga la trasparencia y la cooperación en beneficio de la salud mundial? Menudo dilema.
El famoso dilema del prisionero es el problema más conocido de la teoría de juegos. A través de él puede fácilmente observarse como a nivel individual (o de país en el caso que analizamos) muchas decisiones y comportamientos que parecen irracionales son, sin embargo, beneficiosos para el individuo o el país en cuestión. O lo que es lo mismo: el comportamiento egoísta de un individuo o país, huyendo de la cooperación, puede ser lo más beneficioso para quien lo realiza.
En el juego del dilema del prisionero a los dos jugadores (ficticiamente dos delincuentes recientemente capturados por la policía que están separados e incomunicados) se los somete a la elección de si quieren ayudar a la policía delatando a su compañero o si, por el contrario, deciden no delatarle. Cuando los dos deciden no delatarse el resultado conjunto es el mejor que como grupo pueden obtener, pues serían condenados a cuatro años en total a razón de dos cada preso. Puede decirse que la cooperación entre los dos presos es beneficiosa para ellos como grupo, pues si ambos se hubieran delatado, cada uno habría sido condenado a cinco años, totalizando diez de condena entre los dos.
Pero el verdadero dilema viene cuando cada preso sabe que si no delata a su compañero, pero su compañero le delata a él, el preso delator será condenado a solo un año y el delatado sufrirá diez años de condena. ¿Qué va a hacer el otro preso? Se preguntará cada uno de ellos. Y a quien piense que el otro le va a delatar no le quedará más remedio que dejar de cooperar con su compañero preso y delatarle para evitar una condena de diez años.
Volviendo a combinar la teoría de juegos con Sudáfrica y la variante Ómicron, es evidente que para la protección global del mundo es la actitud de cooperación de Sudáfrica la que trae el mejor resultado. Pero ¿cuántos países van a seguir cooperando si lo que obtienen de la otra parte es ser señalados y condenados al aislamiento? Me atrevo a decir que pocos o ninguno como ningún preso se mantendrá sin delatar al compañero si sabe que este le va a delatar a él.
Conclusión 1: solo quien puede confiar que su actitud de cooperación no le va a suponer un castigo estará dispuesto a hacerlo buscando con ello el interés común.
Algo muy similar ocurre a menudo en los conflictos empresariales, profesionales y familiares. Existiendo la posibilidad de obtener una solución beneficiosa para ambas partes, la desconfianza entre ellas les impide compartir mínimamente sus intereses. Conforme a ello, con mayor o menor consciencia, las parten se dicen a sí mismas: «si le digo a la otra parte lo que quiero o necesito le daré ventaja y podrá aprovecharse de ello para beneficiarse con el correspondiente perjuicio para mí». Y ante ello, únicamente la confianza en que la otra parte no podrá aprovecharse de mi buena actitud y disposición permitirá que se restaure el diálogo constructivo e inteligente para buscar un acuerdo que encaje razonablemente los intereses de ambas.
Conclusión 2: solo cuando estamos convencidos de que cooperar merece la pena estaremos dispuestos a hacerlo, y, por tanto, a compartir información sacando provecho mutuo.
Y ¿qué tiene esto que ver con la mediación? Veamos algún paralelismo.
Los beneficios de la mediación siguen siendo unos grandes desconocidos. Pero a través de un proceso de este tipo, el mediador crea un espacio seguro para el intercambio de información entre las partes restaurando las posibilidades de una negociación colaborativa y constructiva. La garantía de confidencialidad por parte del mediador junto con su autoridad como persona externa y neutral permiten crear un diálogo constructivo con actitudes mucho más prácticas y enfocadas no tanto en tener razón o ganar, sino en satisfacer las necesidades e intereses de las partes.
En definitiva, a través de la mediación se generan espacios de confianza en los que las partes adoptan una negociación cooperativa sencillamente porque les merece la pena. O lo que es lo mismo, porque la escalada o la judicialización del conflicto son alternativas peores que un acuerdo negociado aun cuando este no sea perfecto.
La mediación es un espacio-proceso seguro para cooperar sin riesgo en la construcción de las mejores soluciones para las partes desde la evaluación realista de cuáles son las alternativas a un acuerdo. Y, para despedirme, una última reflexión: ante nuestros conflictos, propiciemos siempre el entorno adecuado para cooperar en la búsqueda de soluciones, precisamente para proteger nuestro propio interés. Y para ello, no olvidemos considerar la mediación como gran opción.